viernes, 30 de mayo de 2014

Novela colectiva 2º ESO. Capítulo nueve.

(Aitana)
-Después de quedarse mirando al horizonte, y decir un
escalofriante “volveré” la imagen de ese desconocido fue
desvaneciéndose poco a poco. Cuando desapareció por completo,
Don Amador intentó tranquilizarnos pero no sirvió de mucho y
antes de continuar, pasó lista a ver si estábamos todos. Pero
faltaban, cómo no, Alex , Valeria, Victoria y Jacob. Nada más
darnos cuenta, tuvimos que volver. Ya era de noche y todavía nos
quedaba un buen camino para llegar. Todos estábamos
preocupados por lo que nos pudiera pasar, aunque más por
ellos, que se encontraban solos allí. A saber lo que pudieran estar
viviendo en estos momentos.
-Chicos,chicos. ¡Que el autobús se ha ido! -dijo Valeria asustada
Alex y Jacob se intentaron hacer los valientes, pero en este caso no
les funcionó, se les notaba el pánico en sus rostros.
-¿Pero qué vamos a hacer ahora? Aquí no hay cobertura, y no
sabemos dónde está la salida -dijo Victoria.
De repente, se escuchó el chirrido de una puerta, y una
escalofriante y joven voz que los llamaba.
-Pequeños, pequeños, ¿queréis venir a jugar conmigo? -decía una
voz desconocida. Justo entonces los niños comenzaron a
correr, cada vez se escuchaban más pasos, más ruidos, más
gritos...
Subieron a la planta de arriba, pero por las escaleras, Victoria tropezó. Todos
estaban ya demasiado lejos y no la vieron. Ella no sabía qué
hacer, no tenía fuerzas como para caminar. Justo entonces
comenzó a ver una sombra, algo conocida.
-No me hagas daño por favor -dijo Victoria aterrorizada
-¿Ya no me reconoces? Soy yo, Tommy.
-¿Tommy?¿Cómo volviste? -dijo Victoria
-Eso no es lo importante ahora. ¿Qué hacéis todavía aquí? Os dije
que os teníais que ir, antes que anocheciera, y ahora, corréis un
grave peligro -dijo Tommy.
-Se fue el autobús con nosotros, y no sabíamos salir de aquí -dijo
Victoria.
-Ya es demasiado tarde, dudo yo que podáis salir.
-No me digas eso Tommy, por favor -dijo Victoria desesperada.
-Lo siento, os intenté ayudar y no me hicisteis caso, ya no puedo
hacer más, tened cuidado con ella, es lo único que os puedo decir.
-¿Quien es ella? -preguntó Victoria.
-Ella es Teresa, una de la niñas que fueron torturadas aquí, suele
pasear por estos pasillos partir de media noche, buscando a gente
que quiera jugar con ella.
-Tommy, por favor, ayúdame, no puedo andar, y no quiero morir, ni
que les pase nada a ninguno de mis amigos. Por favor, ayúdanos -dijo Victoria.
Justo entonces, se volvieron a escuchar los mismos ruidos, voces y
pasos de antes, pero esta vez, eran algo conocidas.
-”No me hagas nada por favor, ¡socorro!".
-¡Esa es Valeria! Están en la planta de arriba, Tommy por
favor, ayúdanos.
Entonces, se escuchó, una voz desesperada diciendo:
“Chicos, ¡que juguéis conmigo!
Después de esto, se halló el silencio.

Paula Portillo 2ºD.

jueves, 8 de mayo de 2014

Novela colectiva 2º ESO. Capítulo ocho.



Estaba anocheciendo cuando Victoria y Tommy seguían su conversación.

-¿Por qué lo dices, Tommy?-Le responde Victoria.
-Aquí por la mañana puede parecer un lugar tranquilo en el que tiene pinta de ser una casa en ruinas cualquiera, pero, por la noche es todo lo contrario, los espíritus de los torturadores se levantan día sí y día también para seguir torturando a las personas inocentes que pasan por este lugar simplemente para visitarlo. Debes sacar de aquí a todos los que habéis venido, antes de que se levanten los espíritus.-le sigue explicando Tommy.
-¿Cuánto tiempo me queda?-le pregunta Victoria.
-No mucho; suelen aparecer cuando la luna está arriba del todo en el cielo y su luz se refleja en la sala en la que están enterrados-le responde.
Entonces Victoria sale corriendo para ganar el mayor tiempo posible, aunque no iba a conseguir nada con eso, debido a que la luna, como decía Tommy, estaba casi en lo alto del cielo, y su resplandor ya había superado la primera planta.
-¡Don Amador, debemos salir de aquí. Me he topado con un fantasma llamado Tommy que me ha dicho que tenemos que irnos, que dentro de poco se levantarán de las tumbas los espíritus de torturadores para torturar a la gente que viene a visitar este lugar!-Con los nervios y el miedo que llevaba en el cuerpo no podía explicarse bien.
-A ver, relájate-le dice Don Amador- ¿Qué dices que te han dicho?.
Pero ya era demasiado tarde. Se escucharon las voces estridentes salir de la habitación de la segunda planta, tal y como le había dicho Tommy.
-¡No hay tiempo para explicaciones, tenemos que salir de aquí! ¡YA!-le dice Victoria, aún con más miedo en el cuerpo.
Los demás compañeros, al oír la conversación, se les pusieron los pelos de punta y, con el miedo de la noticia  que había narrado Victoria a Don Amador se metieron corriendo en el autobús pidiéndole al conductor que pisara el acelerador lo más rápido posible y más. Obviamente, los niños se hacían los duros, como que no tenían miedo a esas ''chorradas'' que había contado Victoria. Pero se les veía el plumero, a Jacob el primero.
Cuando por fin pusieron en marcha el autobús, todos los que iban en él escucharon una voz, como si la tuvieran a su lado. Esa voz decía lo siguiente:
-Habréis ganado la batalla, pero no la guerra. Estaremos pendientes de vosotros en todo momento y apareceremos cuando menos os lo esperéis. Así que... Mejor que os  andéis con ojo o, si no...
Entonces se fue la voz.
-¿Habéis oido eso?-Pregunta Valeria, aterrorizada por ese mensaje que parecía tan cercano, pero tan lejano a la vez.
-No ha sido para tanto- le contesta Jacob haciéndose el duro pero en verdad era el que más miedo tenía.
Como ya iban por mitad del camino, ven una persona parada en mitad de la carretera mirando fijamente al interior del autobús.
Entonces, abre las puertas el conductor y se asoma.
-¿Quiere algo señor?-le dice.
El hombre, sin articular palabra, se acerca y entra en el autobús.
Una vez dentro, se para en mitad del autobús y se le comienzan a poner los ojos cada vez más y más blancos. Todo el mundo estaba mirando fijamente a aquel hombre desconocido que cambiaba el color de sus ojos de una forma exagerada.
Entonces, en aquel momento, el hombre se puso a hacer movimientos bruscos, a echar espuma por la boca y a decir palabras sin sentido que nadie entendía.
Estuvo así un buen rato hasta que de repente se quedó quieto, la espuma dejó de salir y se calló en un instante, volvió a mirar al horizonte y...

                                         Nacho Díaz Díaz